Category: Relaciones Sentimentales


Por: Leo KiesenNiveles de comunicación
La comunicación sucede en muchos niveles. Aquí están los aspectos principales de la comunicación…

Fisiológicos…
Lenguaje corporal
Patrones de respiración. Velocidad, tiempo, profundidad de la respiración y localización de la respiración en el pecho.
Tensión o relajación del músculo en cada parte del cuerpo
Patrones de los ojos
Dilatación o constricción de pupilas
Movimiento de ojos
Longitud del contacto visual
Predomine » el ojo que tiene acceso a señales. » (Más sobre ojo que tiene acceso a señales en un minuto)

Voz…
Tono
Frecuencia
Volumen
Velocidad/ritmo
Resonancia
Madera

Modelo de discurso…
Las palabras y las frases utilizan
Las pausas y las entonaciones
«color de la lengua»

Representaciones internas…
Los cuadros, los sonidos, y las sensaciones que crean en su propia mente.

¿Cómo reflejas tú la comunicación de alguien…?
Correspondiendo o reflejando la llave a la atracción inmediata…

¿Qué corresponde y refleja? Bien, esto es un proceso de imitar los aspectos de comunicación. Haciendo esto hábilmente y elegantemente te permitirá » entrar en su mundo de comunicación”.
Entre más cerca estés tú de emparejar tu fisiología y expresarla, más cerca estarás de que ella empareje la suya. De hecho cuando tu estas en » consonancia » y en simpatía con alguien en un nivel profundo, tu estableces » Bio-lazo de atracción » donde te comunicas con ellas en un nivel psíquico e inconsciente.

De hecho, si tú emparejas a alguien perfectamente de cada manera…
La forma de respirar, la tensión o relajación de los músculos, los patrones de los ojos etc. Tu establecerías «un lazo tan fuerte de atracción» y comunicación. En un nivel inconsciente y psíquico, literalmente podrías leer su mente. Tendrías los mismos pensamientos que ellas, entrarías en los mismos sentimientos que ellas. Sé que esto parece loco, pero es la verdad.

Hábilmente el reflejo de alguien es el secreto para alcanzar simpatía y confianza inmediatas. Y este es realmente el secreto del entendimiento de su comunicación.
El aspecto más importante de comunicación para reflejar es la fisiología. Las palabras son la comunicación sobre un nivel consciente.
La fisiología es la comunicación sobre un nivel inconsciente y es por eso que es tan poderoso.
El 7% de la comunicación está con las palabras, el 38% es del tono de la voz pero el 55% es de la fisiología (expresiones, gestos, calidad y tipo faciales de los movimientos etc.) La fisiología es el factor más importante de la comunicación.
Hay un número infinito de posibilidades para reflejarse pero tú debes comenzar con la creación y respiración de patrones y fisiología.
La respiración del modelo y la fisiología es tan poderosa debido a que ellos se encuentran en un nivel inconsciente. Cuando tu correspondes la respiración de alguien y la fisiología te estas comunicando a esa persona en un nivel inconsciente. El mensaje que tu envías cuando haces esto es, » Te entiendo a ti… yo soy como tu y estoy en el mismo nivel tuyo. «

EL SILENCIOSO MUNDO DE CELULOIDE DE LA CINESIS
Visualmente, la película es inocua. Desde una distancia prudencial, la cámara capta a cuatro personas sentadas, hablando incansablemente. Se trata de una sesión de psicoterapia. Los dos hombres son psiquiatras que trabajan en equipo y las dos mujeres son madre e hija. La hija es esquizofrénica.

Al pasar la película en cámara lenta y en silencio, surge un esquema bien claro. Cada pocos minutos la hija cruza la pierna seductoramente, mostrando una porción considerable de los muslos, y se da vuelta hacia uno de los psiquiatras en tal forma que uno de sus pechos lo enfrenta provocativamente, en un evidente signo de coqueteo.

Cuando la hija hace esto, la madre realiza otro gesto particular: se pasa el dedo índice por debajo de la nariz. Inmediatamente, la chica descruza la pierna y suspende la conversación con el psiquiatra. Otras veces, la madre cruza los tobillos de una manera especial, y se pasa el dedo por debajo de la nariz y el efecto sobre la hija es el mismo.

Algunas veces, la madre da la impresión de aliarse con uno de los psiquiatras. Ante esto la hija reacciona dramáticamente, revolviéndose en el sillón o poniéndose súbitamente de pie con una expresión de estupor en el rostro. Sin decir palabra y sin ser conscientes de lo que están haciendo, ambas mujeres controlan mutuamente su comportamiento, y de esta manera defienden y preservan su propia relación.

A medida que progresa la sesión se presentan variaciones en el esquema. La hija cruza la pierna e intenta seducir al mayor de los psiquiatras; pero ahora el más joven, que parece interesado en la conversación con la madre, se pasa el dedo por debajo de la nariz. Inconscientemente ha captado las señales descritas. Más aun: durante toda la sesión el mayor de los psiquiatras se detiene a encender o a juguetear con la pipa, cada vez que brinda su atención a la chica. Finalmente, cuando empieza a encender la pipa, la madre comienza inmediatamente a rascarse la nariz.

Luego de largos años de estudiar películas de este tipo, Ray Birdwhistell, el pionero de los especialistas en cinesis, ha llegado a la conclusión de que la base de las comunicaciones humanas se encuentra en un nivel por debajo de la conciencia, en el cual las palabras sólo tienen una importancia relativa. Estima que no más del 35 por ciento del significado social de cualquier conversación corresponde a las palabras habladas.

Hay oportunidades en que el científico es tan fascinante como la ciencia, ocasiones en que el propio punto de vista del especialista, sobre la condición humana, forma e informa en grado extraordinario su trabajo. Ésta es la verdad de la cinesis, que es la gran realización de un solo hombre: Ray Birdwhistell. La historia de la cinesis es primeramente la historia del desarrollo de su pensamiento.

Birdwhistell comenzó a, interesarse en los movimientos corporales en 1946, mientras estaba estudiando antropología en el Oeste de Canadá, y vivía entre los indios Kutenai. Notó entonces que los aborígenes actuaban en forma diferente al hablar su propio idioma, que al hacerlo en inglés. Variaban la forma de sonreír, los movimientos de cabeza, de cejas y todo en general.

«Fue algo que me obsesionó después que dejé el lugar», dice.
Parece que algunas personas son bilingües tanto en los movimientos corporales como en el lenguaje hablado.
Existen películas que muestran al famoso alcalde de Nueva York, Fiorello La Guardia, pronunciando discursos políticos en inglés, en iddish o en italiano. Sin sonido puede diferenciarse fácilmente por los gestos en qué lengua se está expresando. Un francés no sólo habla el idioma, sino que gesticula como tal. Un norteamericano lo hace en una forma que lo identifica claramente. Un especialista en cinesis puede distinguir un europeo de un norteamericano solamente por la manera de arquear las cejas durante su conversación.

A fines de 1940, Birdwhistell se dedicó de lleno al estudio de los movimientos corporales. Como otros lo hicieron después de él, partió de la idea de que las emociones reales básicas del ser humano, como la alegría, el temor o la atracción sexual, se expresan de igual manera en las diferentes culturas. Por lo tanto, consideró que hay algunos gestos y expresiones comunes a toda la humanidad. Era una presunción lógica —la mayoría de nosotros pensamos que todos los hombres del mundo sonríen cuando están contentos, fruncen el entrecejo cuando están enojados, etc. «Sin embargo», dice Birdwhistell, «rápidamente llegué a la conclusión de que no hay gestos universales. Lo más que sabemos es que existe una expresión facial, una actitud o una postura corporal que en sí misma no tiene el mismo significado en todas las sociedades».

El término «significado» es crucial en la afirmación de Birdwhistell. Desde el punto de vista anatómico, todos los hombres sonríen, por citar una expresión familiar. Pero el significado de la sonrisa varía en las diferentes culturas.

Dentro de los Estados Unidos existen vastos grupos humanos muy propensos a sonreír, como en el Sur, y otros que no lo son tanto, como por ejemplo en Nueva Inglaterra o menos aun la parte Oeste del Estado de Nueva York.

En la región de los Grandes Lagos, si una persona es demasiado afecta a sonreír, se presta a que le pregunten «qué es lo que encuentra tan gracioso»; en Georgia, si una persona no sonríe, le preguntarán si tiene algún problema. Esto no significa que la gente que más sonríe es más feliz, sino que en nuestra niñez aprendemos en qué circunstancias corresponde sonreír y en cuáles se espera que no lo hagamos; este aprendizaje difiere en los distintos puntos del país. Birdwhistell descubrió que no hay tal cosa como una simple sonrisa. La posición de la cabeza, la expresión de los ojos y la postura general del cuerpo están involucrados en la sonrisa misma. Por ejemplo, la cabeza inclinada hacia un lado puede añadir un aire de flirteo, mientras que una sonrisa que no provoca pequeñas arrugas alrededor de los ojos, o que surge de un cuerpo tieso, puede parecer forzada.

Una vez concluidas las reglas universales, Birdwhistell dedicó su atención a la clase de gestos que tienen un significado consciente y sobreentendido. El saludo es un buen ejemplo de ello; hacer «dedo» en la ruta es otro.

Cada cultura posee su repertorio especial. Un italiano al ver a una chica bonita suele tirarse el lóbulo de la oreja; un árabe en una situación similar se acaricia la barba, mientras que un norteamericano mueve ambas manos describiendo las formas de una figura de mujer. Sin embargo, estos gestos suelen usarse también a modo de comentario irónico, cuando la mujer no es atractiva en absoluto, en cuyo caso la ironía del rostro, la postura o alguna otra pauta denotan la diferencia. Del mismo modo, un soldado cuando hace la venia puede lograr la aprobación o el ridículo de su superior, tan solo por la manera de pararse, por la expresión de su rostro, por la velocidad o duración del movimiento de su brazo, o simplemente porque saluda en un momento inoportuno.

Birdwhistell descubrió también que los gestos descritos más arriba son sólo actos parciales que deben ir acompañados de otros para tener un significado. Esto condujo a un avance real en el desarrollo de la cinesis.

Porque si los gestos son como las raíces en el lenguaje —»acepto» por ejemplo no tiene significado hasta que le añadimos el prefijo que forma «excepto»— el movimiento del cuerpo también se parece al lenguaje en algunas cosas, y puede ser analizado por un sistema similar al que utilizan los lingüistas para estudiar la lengua.

Desde 1959, el profesor Birdwhistell tiene su propio laboratorio en Filadelfia, en el Instituto Psiquiátrico de Pensilvania del Este donde es investigador-jefe y director del proyecto de Estudios de la Comunicación Humana. Allí lo entrevisté. Fue una sorpresa para mí, como hombre, porque sus escritos son profundos y académicos. Alto, deportivo, de alrededor de cincuenta años, de voz inesperadamente profunda y un rostro acostumbrado a sonreír con facilidad. Sus colegas lo consideran «brillante» y un «loco ingenioso», pero muchos otros, particularmente los psicólogos, se quejan de que es demasiado teórico —polemista y muy provocativo en su teoría—, breve en lo bueno, es decir, información sólida que pueda brindar material a otros profesionales.
«Prefiero ser el que hace las preguntas, y no el que da las respuestas», ha dicho de sí mismo.

El laboratorio de Filadelfia parece más una oficina suburbana que un laboratorio científico. Posee silenciosos corredores, oficinas soleadas y depósitos repletos de todo tipo de instrumentos para el estudio de la cinesis. Si no hubiera cámaras filmadoras o implementos para analizar las películas en cámara lenta, hubiera peligrado la existencia de los especialistas en cinesis. Un proyector funciona a cualquier velocidad y permite que el investigador examine y registre el film cuadro por cuadro.

Al estudiar las películas, Birdwhistell descubrió que existe una analogía entre la cinesis y el lenguaje. Así como el discurso puede separarse en sonidos, palabras, oraciones, párrafos, etc., en cinesis existen unidades similares. La menor de ellas es el «kine», un movimiento apenas perceptible. Por encima de éste existen otros movimientos mayores y más notorios, llamados «kinemas», que adquieren significado cuando se los toma en conjunto. Los norteamericanos cuentan con apenas cincuenta o sesenta «kinemas» para todo el cuerpo, incluyendo treinta y tres para la cara y la cabeza. Estos últimos tienen cuatro posiciones para las cejas (levantadas, bajas, contraídas, o movidas por separado); cuatro posiciones para los párpados, siete para la boca, tres maneras de inclinar la cabeza (simple, doble, o triple asentimiento) y así sucesivamente. Es obvio que esto representa sólo una mínima fracción de los movimientos que son capaces de efectuar el rostro y la cabeza. En realidad cada cultura otorga un significado a unos pocos de los innumerables movimientos que corresponden a la anatomía del cuerpo humano.

Los «kinemas» pueden ser intercambiados entre sí algunas veces. Puede sustituirse uno por otro, sin alterarse el significado. Si nos limitamos a las cejas, un simple movimiento al levantarlas puede expresar una duda o acentuar una interrogación: pero también puede emplearse para dar énfasis a una palabra dentro de la oración.

Las normas del movimiento humano son tan complejas que no pueden ser analizadas a simple vista; primero deben ser transcritas, problema que ha preocupado a los estudiosos de la comunicación. Birdwhistell halló la solución hace unos años, inventando un ingenioso sistema taquigráfico que ha sido adaptado y empleado por algunos científicos desde entonces.

Birdwhistell concibió un signo taquigráfico para cada «kine». La dirección del movimiento de cada «kine» se registra mediante otro sistema de símbolos. Las siglas son sencillas y a menudo gráficas; por ejemplo, la cabeza inclinada hacia un lado se indica con una H mayúscula (Head, cabeza) que lleva una línea que la atraviesa diagonalmente. La sonrisa que muestra la dentadura se representa con una media luna, que encierra los dientes en ella. Los hombros encorvados tienen como símbolo una T mayúscula, las puntas de la barra de la T se elevan ligeramente como el techo de una pagoda.

Este peculiar sistema taquigráfico es la clave de la investigación técnica denominada microanálisis, que constituye un procedimiento extremadamente concienzudo y largo. A la velocidad normal, la mayoría de las películas proyectan a razón de veinticuatro cuadros por segundo. Por lo tanto, para poder efectuar un microanálisis, el investigador debe registrar todo lo que sucede —cada movimiento de las cejas o de las manos, cada cambio en la postura del cuerpo— en los veinticuatro cuadros por cada segundo de película. Se registra esto mediante el sistema de anotaciones descrito, en enormes hojas de papel cuadriculado. El resultado es algo parecido a la partitura de un director de orquesta. Birdwhistell me confesó que tarda una hora en analizar un segundo de película, y comentó: «Cierta vez noté que en una tarde había mirado dos segundos y medio de película mil ocho veces».

Una vez terminado el trabajo escrito, Birdwhistell verifica las regularidades, es decir las pautas que se repiten una y otra vez. Es difícil encontrarlas. En veinte minutos de película las mismas secuencias aparecen cientos de veces.

Una de las cosas que más llaman la atención sobre el movimiento del cuerpo humano es justamente la frecuencia en las repeticiones.

El significado del mensaje está contenido siempre en el contexto, y jamás en algún movimiento aislado del cuerpo. Por ejemplo, en la película que describimos al comenzar el capítulo, podría caerse en la generalización de que frotarse la nariz siempre representa un gesto de desaprobación. La realidad es que puede serlo o no serlo. No obstante en este caso particular resulta claro que la forma de interpretarlo es correcta; en la película era una parte de la pauta que se repetía una y otra vez. Cada vez que la hija hacía un movimiento seductor, la madre se pasaba el dedo debajo de la nariz y la hija cesaba en su intento.

Nunca lograremos tener un diccionario sobre gestos inconscientes, porque el significado de ellos debe buscarse siempre solamente dentro del contexto general. No podemos afirmar que si una mujer se sienta entrelazando los brazos y cruzando fuertemente las piernas, indefectiblemente expresa que es inalcanzable. Con frecuencia suele ser así, pero para estar seguros debemos estudiar el contexto, estudiar qué otros movimientos realiza con el cuerpo, quiénes la rodean, y muchos otros detalles.

Los hallazgos de Birdwhistell, luego de largos años de investigar la cinesis, cubren una extensa gama que va desde el descubrimiento de todas las categorías de movimientos que ocurren en un minuto y que acompañan a la palabra hablada, hasta una larga lista de observaciones sobre psiquiatría, sobre signos genéricos, y sobre relaciones humanas en general. Descubrió por ejemplo que existen mini movimientos que son tan inseparables de la palabra como es la puntuación en una frase escrita. Encontró que los norteamericanos suelen terminar una aseveración dejando caer levemente la cabeza, una mano o tal vez los párpados. Del mismo modo, al efectuar una pregunta, levantan una mano, el mentón, o abren los ojos de una manera exagerada.

Algunas palabras y frases van acompañadas de «marcadores» definidos, especialmente pequeños movimientos de cabeza, de ojos, de manos, de dedos o de hombros. Para los pronombres «yo», «mío» y «nosotros» como así también para «éste» o «aquí» el marcador es un movimiento hacia el cuerpo de la persona que habla. Para los pronombres en plural, el gesto concluye con un giro mínimo para significar la presencia del plural. Si se utilizan los hombros, se los encorva o se los estrecha en dirección de una línea vertical imaginaria que pasa por el centro del cuerpo. Para los pronombres «tú», «ellos» y «eso» el marcador se aleja de dicha línea. Al emplear los verbos en tiempo futuro se nota un marcador que indica hacia adelante; si se trata de verbos en pasado, por el contrario, el movimiento es hacia atrás. Todo esto nos parece tan lógico que nos sorprende descubrir que para otras personas —por ejemplo algunas tribus de indios norteamericanos estos marcadores resultan confusos u ofensivos, al emplearlos combinados con sus propios dialectos.

También resulta necesario tanto para el norteamericano como para el inglés, el sistema del énfasis que emplea la cinesis, y que ayuda a aclarar ciertas ambigüedades verbales. El acento hablado no es el único que indica que cuando alguien utiliza la expresión hot dog se refiere a un perro en celo, a una comida, o simplemente hace una exclamación. Siempre se efectúa algún imperceptible gesto corporal mediante mínimos cabeceos, revoloteos de manos y de dedos, cambios en la posición de los pies, y de las piernas, y desplazamientos del torso.

Otro descubrimiento importante corroborado en numerosas películas es que, algunas veces, el comportamiento no verbal contradice lo que se está expresando en un momento dado en lugar de subrayarlo. Un hombre considerado básicamente un pacífico hombrecillo —al que Birdwhistell califica de «masculinoide»— algunas veces trata de imponer toda la autoridad de que es capaz en lo que dice y en el tono de voz que emplea, mientras que por la manera de mantener el cuerpo agachado, y por la indecisión de los gestos, resulta tan poco convincente como siempre. Algunas veces podemos observar parejas que realizan el repertorio entero de gestos usuales en el galanteo, mientras están enfrascadas en una discusión intelectual sobre literatura, o hablan de la respectiva fidelidad que les guardan a sus cónyuges. A la inversa, un diálogo fuertemente sexual puede no estar acompañado por el comportamiento del galanteo. En casos como éste, la gente se siente más inclinada a creer en la presencia del componente no verbal, puesto que es más probable que éste se encuentre bajo control.

Inevitablemente la investigación de la cinesis abre ciertos interrogantes. ¿Cómo un movimiento, del cuerpo puede comunicar si es tan mínimo e imperceptible que pasa inadvertido en la vida diaria y sólo cobra significado al observarlo en cámara lenta? ¿La cámara lenta distorsiona la vida real?

¿Es posible que los especialistas en cinesis den por sentado movimientos que en realidad no existen?
Resulta difícil creer que la gente pueda enviar y recibir mensajes, aun no-verbales, sin ser consciente de que lo está haciendo. Pero hay demasiadas coincidencias cuando una secuencia de conducta se repite una y otra vez, como en el caso de la película de la señora que se frota la nariz y siempre obtiene el mismo resultado. Tal vez, en el fenómeno normal de la atención exista una explicación biológica parcial.

Los científicos están tratando aún de descifrar el misterio de la atención, el sistema de filtro del cerebro humano que selecciona entre el vertiginoso caleidoscopio de sensaciones que recibimos —visiones, sonidos, etc.—, las particulares, aquellas a las que el individuo presta atención, piensa sobre ellas y tal vez actúa de acuerdo con ellas. Obviamente vemos y oímos mucho más de lo que «absorbemos» —en el sentido de que somos conscientes de ello—. Interrumpa la lectura un momento y trate de registrar todos los sonidos que ha excluido mientras leía; todo lo que ha dejado de ver y que sin embargo se encuentra al alcance de su vista; todas las sensaciones —el respaldo del asiento contra su espalda; los pies sobre el suelo— que usted ha estado ignorando. Las señales de las que no estamos conscientes, las que no llaman nuestra atención momentánea, aparentemente son debilitadas por el filtro o absorbidas, pero no analizadas. No obstante poseen su impacto a un nivel subliminal y la investigación de la comunicación humana hace hincapié continuamente en este punto.

Birdwhistell resumió para mí su particular punto de vista sobre la comunicación humana de la siguiente manera: «Hace muchos años comencé a preguntarme: ¿Cómo hacen los movimientos del cuerpo para representar las palabras? Ahora me pregunto: ¿Cuándo resulta apropiado el empleo de las palabras? Son muy adecuadas para enseñar o para hablar por teléfono, pero en este instante usted y yo nos estamos comunicando en muchos niveles diferentes, y solamente en uno o dos de ellos las palabras poseen alguna relevancia. Actualmente mi planteo es diferente: El hombre es un ser multisensorial. Algunas veces se expresa con palabras.»

Cada vez más, nos encontramos en las consultas psicológicas a personas con cierta edad que no tienen pareja. Este aspecto es importante, ya que desean tenerla pero les da miedo comprometerse de por vida con alguien. Por supuesto, el factor edad es menos relevante para este problema, pues cada uno encuentra pareja en diferentes momentos y a diferentes edades…Sin embargo, el hecho de querer vivir en pareja y no poder hacerlo por miedo, es un factor que nos descubre una personalidad peculiar que se puede tratar y mejorar con el fin de que el individuo consiga su objetivo.
Aparte de las personas que acuden a consulta con un propósito claro de mejoría, existen otras personas que parecen jóvenes eternos, los típicos amigos que no dejan de salir por la noche a discotecas y fiestas y que parece que mantengan la energía de los 15 años, cambiando a menudo de pareja, sin conseguir centrarse.

A pesar de que el grupo de referencia de estas personas avanza y forma familias, ellos siguen en la dinámica de hace años, sin existir un ápice de progreso en su dinámica habitual, comi si estuvieran estancados. Todos los que les rodean se dan cuenta de ello e incluso, se lo comentan, pero es fácil encontrar, por su parte, una mala contestación, una gracia o una justificación desmesurada.

El de los peros
Estas personas suelen ser buenos conquistadores. Sin embargo, sus relaciones a menudo se rompen en poco tiempo por su miedo al compromiso. Este miedo se va a reflejar muy claramente en la retahíla de «peros» que van a encontrar en sus distintas parejas. Todas tendrán algún «pero» y no serán las ideales para ellos.

También es muy común que el nivel de exigencia de estas personas sea muy elevado. Mantienen el estandar muy alto, con lo que es difícil que ninguna pareja consiga alcanzarlo. Por otro lado tendrán dificultades en expresar sus emociones, precisamente por ese miedo al compromiso y a que la pareja se crea más de lo que el otro desea.
Por ello, pocas veces demostrará sus sentimientos. La frase «te quiero» no estará en su repertorio y, por supuesto, las parejas se cansarán de no recibir nada y le abandonarán.

El estricto
Como una característica de personalidad importante, estarán sus «normas rígidas» de cómo tiene que ser una pareja. Si las cosas no salen o no son como ellos esperan, se frustarán y tirarán la toalla sin luchar, ya que considerarán que su punto de vista es el correcto y que ellos no son los que tienen que cambiar.

Son personas muy controladoras y estando solos, consiguen controlar todo su entorno, pero cuando comparten su vida con otra persona, el control desaparece, ya que no pueden controlar al otro.
Aparecerá un miedo a las posibles consecuencias de sus conductas que no conocen, ya que serán situaciones nuevas vividas en pareja. Este miedo les provocará angustia y por supuesto, un rechazo a esa situación que les resulta tan poco protectora.
Romperán las relaciones una y otra vez por falta de estrategias para solucionar las cosas novedosas que se les planteen.

Jóvenes eternos
Su afán de diversión y de fiesta no es más que una coraza para disimular el malestar que les produce su situación, pues son conscientes de su pasividad y de su poco avance, sobre todo cuando tienen con quiénes compararse (amigos que se casan, que tienen familia, etc.).
Su dificultad para expresar emociones y sus normas rígidas de cómo tienen que ser las cosas, les impiden buscar ayuda y seguirán manteniendo el papel de jóvenes eternos, hasta que la presión encubierta mantenida durante mucho tiempo les provoque problemas emocionales, como la depresión.

Caerán en picado y su coraza se caerá con ellos, apareciendo entonces todas sus debilidades y todos sus miedos, a los que no sabrán hacer frente.

Dificultades para comunicarse
Otra característica es su dificultad a la hora de comunicarse, ya sea con las parejas o con los amigos. Rara vez expresan sus ideales o sus discrepancias, manteniendo siempre la perfección.

No hablan de ellos ni profundizan, y sus conversaciones tratarán siempre de temas superfluos con el fin de dirigir la atención hacia otros temas y no hacia sus verdaderos miedos o dudas.
Con las parejas mantendrán una comunicación activa y conquistadora, pero poco concluyente, con vacíos y lagunas, y no se darán a conocer tal y como son, cosa que hacen con casi todo el mundo.

Tienen que mantener su rol de juerguistas por temor a ser criticados o minusvalorados por otros y así, no podrán expresar sus miedos con facilidad.
Aquí también aparece un miedo a sentirse inferiores o a que alguien conozca sus verdaderas emociones, con lo que el no compromiso ayudará a mantener intacta esta parcela tabú.

Parecen ideales, pero no lo son
Parecen las parejas ideales a simple vista, entran mucho por los ojos y gustan a casi todos. Son atractivos, graciosos, comunicativos… Pero a la hora de la verdad, cuando aparecen problemas o cuando hay que hablar más en serio, no saben estar a la altura.
Cambiarán de tema y se saldrán por la tangente, provocando en los demás sospechas o extrañeza. Quieren pasar desapercibidos, pero al final todos hablarán de su comportamiento.

Probablemente, una vez alcanzada cierta edad, estas personas caen en un pozo sin fondo cambiando completamente su percepción de las cosas y dándose cuenta de sus debilidades.

¿Cómo superar el miedo al compromiso?

Por supuesto, deberán ir tocando punto por punto y, probablemente, con ayuda de un profesional, todos los aspectos que hemos comentado más arriba. Necesitan:

Llevar a cabo una cura de humildad. Expresar sus inseguridades a algún amigo les ayudará a descargar la presión y a comprobar que no pasa nada.
Valorarse más a sí mismos, tal y como son, con sus defectos y con sus virtudes. Controlar la autocrítica será un aspecto a tratar.
Buscar todos sus miedos y desmontarlos con razonamientos coherentes. Es más que probable que tengan muchas distorsiones y errores cognitivos.
Regularizar su necesidad de control y permitirse ser más libres a la hora de realizar ciertos comportamientos. No es necesario que las cosas sigan siendo como se las han impuesto, pueden cambiarlas.
Analizar sus historias familiares para buscar «porqués». Seguramente, proceden de una educación rígida con padres sobreprotectores, con muchas normas y con críticas cuando se rompen dichas normas. Esto ayudará a la persona a darse cuenta de que muchos comportamientos no son suyos, sino inculcados desde la infancia, y que pueden cambiarlos porque sus padres ya no están en situación de poder criticarlos, pues ya es un adulto.

Ser padres debe ser una decisión tomada por ambos miembros de la pareja. Si uno de los dos no desea tenerlos, pueden surgir problemas en la relación que se solucionarán a través del diálogo y de la comprensión.El ser padres es una de las fases de la vida por la que la mayor parte de las personas desea pasar. Sin embargo, no todas están de acuerdo en tener hijos, ya que el ser padre o madre cambia aspectos de la vida que mucha gente no está dispuesta a modificar.
Pero el mayor de los problemas llega cuando uno de los dos miembros de la pareja no está dispuesto a tener hijos. Este conflicto puede comprometer la relación de pareja. Por este motivo, cuando aparece, conviene reflexionar profundamente sobre él.
Ningún miembro de la pareja debe ser obligado a ser padre o madre sin desearlo, ya que esto puede perjudicar al futuro hijo. Asimismo, tampoco se puede obligar a una persona que desea ser padre o madre a no serlo, ya que es una experiencia que no puede ser sustituida por ninguna otra.
Factores conscientes e inconscientes
Entre las razones que hacen que una persona no quiera tener hijos se puede encontrar una doble diferenciación. Por un lado, están los factores conscientes y, por otro, los inconscientes.

Factores conscientes
Entre estos podemos encontrar el miedo al cambio de vida, a las renuncias a las que debe someterse para poder atender al bebé, a la falta de medios económicos y de espacio, al miedo a deteriorar el momento profesional, etc.

Factores inconscientes
Aquí debemos atender al sexo de la persona que no quiere ser padre.

Si es la mujer…
Cuando la que no quiere tener hijos es la mujer, se debe sobre todo al miedo a no poder hacer frente a la constancia que requiere un niño.
Seguramente, esta mujer haya sido en su infancia una niña cuya madre no supo atender bien sus necesidades, y ahora teme que este hecho se repita en la relación con su bebé.

Si es el hombre…
En el caso de que sea el hombre el que se niegue a tener hijos, puede deberse a que esté evitando sentirse excluido en la relación madre-hijo.
Los hombres temen que su pareja, al convertirse en madres, dejen de atenderles, es decir, se asustan el pensar que van a dejar de tener la exclusividad sobre ellas.
Este sentimiento suele aparecer en hombres que en la infancia vivieron situaciones en las que no se sintieron lo suficientemente acogidos.
Si el hombre sufrió momentos en su vida en los que tuvo que hacer frente a la exclusión que la relación de los padres provocaba en la suya, es normal que no quiera volver a pasar por la misma situación.

Una decisión de pareja
A la hora de ser padres debemos tomar la decisión en pareja, teniendo en cuenta todos los factores externos.
No cometas el error de decidir ser madre o padre de forma unilateral, creyendo que, con el tiempo, la otra parte de la pareja acabará encariñándose. Esto no es así en la mayoría de los casos y en muchos de ellos, provoca la ruptura de la pareja y el rechazo al hijo.
Tampoco cometas el error de tener hijos para intentar ocupar posibles carencias en la pareja, pensando que la llegada del niño evitará la ruptura de la relación. En ocasiones, este intento provoca el efecto contrario, y la pareja acaba por romper siendo el niño el más perjudicado.

A menudo, todos nos vemos influidos en mayor o en menor medida por la sociedad de consumo. El marketing y la publicidad son los encargados de hacernos desear un producto y, más tarde, de que lo compremos. Las grandes superficies juegan un papel importante con sus precios ajustados y competitivos…Esto, que resulta tan cotidiano y tan admitido por todos, se convierte en un gran problema para personas que no son capaces de controlarse y que se dejan llevar completamente por este consumismo.
No estamos hablando de adictos a las compras, que también se ven afectados, sino de personas con muchas dificultades a la hora de controlar el consumo de la semana, auténticos despilfarradores de dinero.
A menudo, realizan compras innecesarias, caen en la trampa del «dos por uno» comprando muchas cantidades del mismo producto y van siempre a la caza del último modelo de TV, de coche, etc.

A más dinero, más gasto

Este problema puede nublar otros aspectos de la vida de la persona, como el económico y el conyugal.
A nivel económico, el presupuesto familiar se resiente. Son las típicas personas que siempre se quejan de no tener nada, pero que no dejan de gastar para así conseguir poder ahorrar algo.

Dependiendo de la economía familiar, este aspecto será más o menos irrelevante, aunque tendremos en cuenta que, a más dinero disponible, más gasto, con lo que nos dará igual tener más o menos salario a fin de mes.
Por otro lado, está el problema de pareja propiamente dicho. Si la pareja no comparte esta aficción por las compras aparecerán resentimientos, discusiones y compromisos incumplidos que irán mermando la relación, sobre todo si a finales de mes hay problemas para subsistir.

El perfil del despilfarrador
Las personas con estas dificultades tienen una serie de características bien diferenciadas:

Infravaloración: No se valoran lo suficiente a sí mismos y necesitan adquirir artículos y parecer que pueden consumir lo que quieren para aparentar delante de los demás que tienen mucha valía. Dan mucho valor a lo material y compiten con amigos y familiares para ver quién tiene el mejor coche o el mejor piso.

Ansiedad: Son personas ansiosas que necesitan estimulación para mantener el nivel de ansiedad. De aquí viene su impulsividad y su dificultad para controlarse. A menudo, una vez realizada la compra, comprueban que ya no les interesa y se quedará almacenada en un armario sin usar.

Actuaron por impulso y para satisfacer su necesidad de estimulación y, una vez adquirido el producto, vuelven al punto inicial, ya que la estimulación desaparece. Necesitarán encontrar otro producto que les vuelva a hacer sentir esa excitación.

Parejas permisivas y confiadas: Sus parejas pueden resultar muy permisivas al comienzo del problema e incluso, más adelante, sobre todo si son muy dependientes del cónyuge. Son personas con poca necesidad de control o que delegan los aspectos económicos en el otro, con lo que están ajenas al gasto. Sólo serán conscientes cuando aparezcan los números rojos. Suelen ser bastantes confiadas, característica muy útil para los despilfarradores, que lo aprovecharán al máximo.

Baja autoestima: La baja autoestima aparece también en estas personas, sobre todo cuando las dificultades económicas son muy patentes. En un principio, consumen para saciar su ego materialista (lo cual denota que dan valor a lo que tienen y no a lo que son) y, en un segundo momento, se sentirán culpables y boicotearán la poca autoestima que tenían con autocríticas personales.

No aceptación del problema: También pueden, en un primer momento, no aceptar el problema y encubrirlo con artimañas. Lo seguirán haciendo hasta que se descubra el pastel o hasta que alguien no les enfrente a su problema. También pueden no darle importancia, justificarse o decir que no es para tanto, siempre y cuando la economía no se vea resentida.

Estimulación-depresión: Entrarán en una dinámica de estimulación–depresión; estimulación cuando realizan la acción y depresión cuando ven los resultados.

¿Qué hacer?
Como siempre que hablamos de problemas de pareja, lo principal será conseguir un compromiso por parte de los dos miembros de la pareja para intentar solucionar el problema. La involucración de las dos partes, asumiendo cada uno su responsabilidad, ayudará a mejorar.
Comunicación en primera persona

Como punto de partida, necesitaremos una buena comunicación entre la pareja. Las críticas y recriminaciones no están permitidas y sólo se expresarán los sentimientos que nos produce la situación en primera persona, sin herir ni culpar al otro.

La comunicación en primera persona ayudará a que la persona que tiene el problema no se ponga a la defensiva ni intente justificar su comportamiento, ya que no se lo estamos pidiendo. Lo importante es expresar el punto de vista y conseguir buscar una solución al problema satisfactoria para los dos. Discutiremos en un tono cordial y firme hasta estar seguros de que hemos encontrado la solución.

Organización de la economía familiar
Algo importante a llevar a cabo en los primeros momentos es la organización de la economía familiar: conocer de cuánto dinero disponemos, cuánto podemos gastar y en qué cosas, quién guarda las tarjetas de crédito y quién controla los bancos.

Buscaremos actividades que resulten estimulantes, mejor si se pueden hacer en pareja y si no, la persona afectada intentará buscar algo gratificante que le sustituya la estimulación que siente al comprar.

Premios y castigos
Realizaremos una negociación con objetivos a cumplir, castigos si no se alcanzan dichos objetivos y premios si se consiguen. Algunos serán a nivel individual y otros serán obtenidos por ambos miembros de la pareja y se podrán disfrutar estando juntos. Para ello, deberéis realizar un listado de premios y de castigos siendo siempre justos y cumpliéndolos.

Actividades relajantes
Al igual que se buscarán actividades que resulten estimulantes, también serán útiles las actividades relajantes que ayudarán a desestresar y a relajar la tensión producida por el problema y por la incertidumbre de la resolución.

En los comienzos de la raza humana, antes de la evolución del lenguaje, el hombre se comunicaba en la única forma en que era capaz de hacerlo: no verbalmente. Los animales continúan comunicándose de este modo y muchos de ellos son capaces de intercambiar información en una medida mucho mayor de lo que se hubiera creído posible hasta hace muy poco tiempo. En cierta forma, el comportamiento no verbal de los seres humanos es notablemente parecido al de los animales, especialmente al de los viejos primates. Nos comunicamos algunas cosas en la misma forma que los animales; pero desde la aparición de la palabra no somos conscientes de que lo hacemos.Los etólogos han comenzado recientemente a estudiar, a analizar y a comparar los sistemas de comunicación de los hombres y de los animales. Sus métodos y sus descubrimientos tienen cada vez más influencia sobre otros científicos, dedicados al estudio de la comunicación no verbal. Se ha sugerido inclusive, que este campo debería llamarse «etología humana».

El etólogo es esencialmente un biólogo que se interesa especialmente en el comportamiento que lleva al animal a adaptarse al medio ambiente, incluyendo el entorno social que comprende a otros miembros de las especies.

Cuando un etólogo vuelca su atención en el ser humano se pregunta: ¿Hasta qué punto puede comprenderse el comportamiento del hombre como un producto del proceso de la evolución?
La mejor manera de estudiar la evolución del comportamiento del ser humano es comparar las actividades del hombre con las de sus parientes más próximos en la escala zoológica: los monos y los simios. Tenemos bastantes conocimientos acerca de la organización social de los primates, su ecología y sus formas de comunicación.

Sorprendentemente poseemos una escasa información similar sobre el hombre. Han sido estudiadas exhaustivamente sus instituciones, su lenguaje, sus procesos mentales superiores, pero sabemos muy poco respecto a su comportamiento: cómo galantea a su pareja, forma una familia, educa a sus hijos y enfrenta a sus semejantes.

Al encarar el comportamiento humano, el etólogo procura describir las actividades de todos los días. Le interesa particularmente encontrar cuáles son las pautas de comportamiento universales del género humano, pues piensa que éstas son las formas más antiguas, y los posibles orígenes que guían las pautas del comportamiento del hombre primitivo o incluso del homínido. Algunas expresiones faciales podrían estar precodificadas en los genes que determinan la estructura del cerebro, y en consecuencia determinar un eventual comportamiento. Cuando las actitudes universales del hombre se encuentran también en los primates inferiores, se considera que constituyen una evidencia adicional de su naturaleza hereditaria. No obstante, otras pautas universales pueden ser determinadas por la anatomía humana. Se ha establecido, por ejemplo, que el signo simbólico de la comida es universalmente el gesto de llevar la mano a la boca. Pero, como para todos los seres humanos la mano y la boca están inevitablemente involucradas en el acto de comer, este gesto que podría ser hereditario, es probable que sea simplemente determinado por razones anatómicas.

Estudios recientes acerca de la forma de saludarse nos proporcionan llamativos ejemplos de ciertas pautas de conducta que comparten el hombre y el simio. Según parece, los animales salvajes se saludan entre sí y los simios lo hacen mediante gestos similares a los del hombre. Jane Goodal, la famosa etóloga que convivió con chimpancés en la selva durante largos períodos, narra que éstos algunas veces se abrazan y se besan, y hasta llegan a rozarse los labios. También se hacen reverencias, se estrechan las manos, y se los ha visto palmeándose la espalda en un típico gesto de bienvenida.

Los otólogos creen que entre los animales el saludo constituye una ceremonia de apaciguamiento. Cuando dos de ellos se aproximan siempre existe el peligro de un ataque físico; por lo tanto uno o ambos harán un gesto de apaciguamiento para demostrar que no existe una intención agresiva. Cualquier persona que dude que el saludo cumple, una función similar entre el género humano, que trate de no saludar a sus amigos y parientes durante una semana. Constatará rápidamente que florecen los sentimientos heridos, el resentimiento y el enojo. Cuando los seres humanos se saludan inclinando la cabeza, posiblemente están indicando cierta sumisión, similar a la que efectúan los chimpancés. El gesto de inclinar la cabeza se encuentra en muy diversas culturas, tal como la presentación de la palma de la mano.

El etólogo austriaco Irenaus Eibl-Eibesfeldt considera que algunas facetas de las pautas del saludo son realmente universales. En todas las culturas que ha estudiado, comprobó que los amigos, al avistarse a la distancia, se sonríen, luego si se sienten de buen humor hacen un rápido movimiento de cejas —lo denomina un «flash»— e incluso inclinan la cabeza. Filmó este tipo de comportamiento entre los papuanos que aún viven como en la edad de piedra, y cuyo primer contacto con las patrullas gubernamentales ha sido tan reciente, que es poco probable que hayan tenido posibilidades de haberlo adquirido.

Por otra parte, existen amplias ilustraciones sobre los modos de saludar que difieren totalmente entre una cultura y otra. Un antropólogo, Weston La Barre, informa que entre los isleños de Andaman, en el golfo de Bengala, los parientes o amigos que no se han visto en varias semanas se sientan juntos, uno sobre las faldas de los otros, se rodean mutuamente con los brazos y lloran durante varios minutos. Si se trata de marido y mujer, el hombre se sienta sobre la falda de la mujer. Entre los Ainu de Yezo, en el Japón, cuando un hombre se encuentra con su hermana, le toma las manos brevemente, luego la toma de ambas orejas y emite el tradicional grito Ainu. Luego se frotan el rostro y los hombros. Si esto puede parecernos ridículo, consideremos cómo reaccionarían los Ainu al ver a dos norteamericanos que se rozan cuidadosamente las mejillas mientras besan el aire. ¿Cómo puede explicarse que el saludo sea al mismo tiempo universal a toda la humanidad, y específico de cada cultura? La respuesta surge si consideramos al saludo no como un acto aislado, sino como una secuencia de actos.

La sonrisa y el «flash» de las cejas ocurren a distancia, mientras que el tironeo de las orejas, el rozar de las mejillas u otro gesto suceden cuando se está cerca. En realidad, un análisis cinético sobre el saludo ha diferenciado cinco etapas sucesivas: avistarse y reconocerse; un saludo a la distancia con un movimiento de la mano o el «flash» de las cejas; el acercamiento; un saludo más próximo, como el beso, y finalmente la separación momentánea.

Algunas veces puede variar el orden. Se avista a una persona; se la reconoce; se la aproxima y luego se la saluda con la mano, por ejemplo. Otras veces, sucede que los individuos ya están próximos y se reconocen; aun en esos casos, realizan algo como unos pasos de danza, alterando sus posiciones y posturas durante una etapa de aproximación estacionaria. Pero la secuencia del saludo inevitablemente termina con un movimiento de retroceso y la forma en que éste se realiza puede ser significativa. Ambos individuos pueden girar sus cuerpos al separarse, o pueden permanecer enfrentados; también uno de ellos puede darse vuelta mientras el otro permanece de frente. Estos pequeños detalles probablemente nos den un índice de la cordialidad de la relación — el darse vuelta obviamente indica menos cordialidad que el permanecer de frente—. Aparentemente, por la forma de saludarse, la gente deja traslucir el tipo de relación que ha tenido en el pasado o tal vez el que espera tener en el futuro.

El análisis del saludo que hemos descrito fue efectuado por el doctor Adam Kendon, un psicólogo con inclinaciones hacia la etología del comportamiento humano. Kendon trabaja en el Hospital Estatal de Bronx, en Nueva York, y sus estudios sobre el saludo fueron realizados en colaboración con el doctor Andrew Ferber, especialista en terapia familiar del mismo hospital.
Kendon nos previene que este estudio no es «el verdadero evangelio del saludo», ya que se basa en el análisis de una sola película. No obstante la película es fascinante. Comprobé esto mientras la miraba, y escuchaba al doctor Kendon que decía que lo que estaba sucediendo era como observar el comportamiento de animales poco familiares.

La película fue tomada en una fiesta infantil de un niño de cinco años, en el jardín de su casa. Nos muestra a los padres del niño saludando a visitantes de todas las edades, que llegaban solos o en grupos. En total, contiene setenta saludos separados, y el día que entrevisté a Kendon, estaba ocupado analizándolos, ubicando las cinco etapas y buscando similitudes o diferencias entre un saludo y otro.
En la primera secuencia que Kendon me mostró, pasada en cámara lenta, las etapas se notaban claramente.
Primero el encuentro visual. Una mujer vestida con un solero floreado, sentada bajo un árbol, se estiró tratando de ver quién llegaba. Luego se puso de pie sonriendo pero mostrando solamente los dientes superiores. La sonrisa
«superior», como la denominan ahora algunos etólogos británicos, se empieza a identificar como la típica sonrisa de bienvenida.

La mujer avanzó al encuentro de los invitados, siguiendo la etapa de aproximación. Visto en cámara lenta, parecía deslizarse sobre el suelo, suavemente como un globo, con el largo cabello notándole por detrás. Exclamó
«Hola» con la cabeza hacia atrás y luego la bajó esquivando la mirada. Generalmente, me explicó Kendon, esta breve inclinación de la cabeza sigue a un saludo a distancia.

Al acercarse a lo que para ella representaba el límite de su jurisdicción, se detenía y esperaba, lo hacía siempre en ese lugar cuando recibía a los invitados. Como propietaria del terreno, mantuvo la mirada relativamente fija, por lo general sus invitados se le aproximaron desviando los ojos.

Al penetrar en el territorio de otro, me explicó Kendon, rara vez se mira al dueño directamente a los ojos; esto se podría tomar como un desafío.
Inmediatamente antes de llegar hasta la dueña de casa, una invitada inclinó la cabeza visiblemente, gesto tan común en esta etapa, que Kendon lo ha bautizado «corte en la fase previa al saludo cercano». Luego la invitada levantó un brazo y lo cruzó frente a sí, ladeó la cabeza y sonrió. Un psiquiatra interpretaría el gesto de cruzar el brazo frente a sí como un gesto de defensa y tal vez sea así. A Kendon le intriga especialmente que Jane Goodall haya observado gestos idénticos entre los chimpancés, particularmente en los más subordinados que se aproximan o son aproximados por uno más dominante.

Luego la invitada extendió su mano haciendo un gesto que dejó la palma a la vista y que nuevamente se asemejó mucho al que realizan los chimpancés. El chimpancé de menor jerarquía ofrece la palma lánguidamente, en lo que parece ser un gesto de pedir limosna; mientras que el animal de mayor status la toma firmemente como para brindar confianza.

Ambas mujeres se dieron la mano, y finalmente retrocediendo, giraron sobre sus talones, lo que indicaría, si Kendon y Ferber están acertados, que aquella no era una relación muy cercana.

La película muestra asimismo, que el comportamiento del dueño de casa difiere del de su esposa. Mientras ella toma distancia en la frontera de su territorio, los brazos y los hombros hacia atrás, la cabeza ladeada y sonriente, el esposo avanza hacia los invitados con el cuello extendido y luego levanta los brazos preparando un abrazo de bienvenida; en forma muy especial, levanta los brazos perpendicularmente a su cuerpo, casi como si sus muñecas estuvieran sostenidas por hilos invisibles. Los invitados varones se acercan a él, mantienen sus torsos erguidos, no extienden sus cuellos, y al levantar los brazos para abrazar los mantienen derechos hacia arriba de manera que queden del lado de adentro, y los del dueño de casa del lado de afuera.

«Hasta ahora, éstas son solamente algunas de las observaciones que hemos realizado», explicó Kendon, «pero nos preguntamos si la escena del dueño de casa recibiendo a sus invitados es una postura dominante, que sólo se ve entre los machos cuando se saludan en su propio terreno». Cuando observaba las películas, me pareció una conclusión muy lógica. El gesto del anfitrión era expresivo, abierto como corresponde a una persona que se siente segura en su propio terreno. Los gestos de los invitados eran más reservados.

Después que el anfitrión y los invitados intercambian abrazos, retroceden y uno o ambos miran a otro lado.
Kendon denomina a esta actitud «el corte» y considera que es una manera de preservar el equilibrio. Cada tipo de relación excepto una muy reciente, tiene su propio nivel de intimidad, y si un saludo sobrepasa la intimidad que corresponde, se necesita algún corte para volver rápidamente al equilibrio normal. Tal vez ésa sea la razón por la que los saludos muy estrechos se hayan transformado en un ritual —darse la mano, rozarse las mejillas— que sustituye entre los norteamericanos a un verdadero beso en la mejilla. Lo que se transforma en ritual pierde el aura de intimidad y la connotación sexual.

La película sobre el saludo muestra repetidamente a la gente haciendo gestos para corregir su aspecto personal: alisarse el cabello, acomodarse los anteojos o la ropa. Kendon notó que esto ocurre siempre, inmediatamente antes o después de un encuentro cara a cara, y en general nunca mientras la gente conversa entre sí. Los otros primates se dedican a mejorar su apariencia concienzudamente, limpiándose, tanto entre sí como a sus semejantes. Parte de este proceso sirve para mejorar las condiciones de la piel o del pelo, pero «arreglarse» mutuamente puede ser una manera de hacer sociedad, y hacerlo por sí mismo es algunas veces una «actividad desubicada» dentro del grupo. El animal indeciso entre huir o atacar, se sentará y se rascará furiosamente, o se tirará del pelo con nerviosidad, mientras realiza gestos amenazadores. Los especialistas en comunicación humana sugieren que cuando nos rascamos en público, difícilmente sea porque nos pique y la serie de gestos que realizamos para tratar de mejorar nuestro aspecto, realmente no persiguen ese fin. El significado exacto de estos gestos varía según la situación. El arreglarse, por ejemplo, puede implicar una introducción al galanteo como ya hemos visto. Pero muy frecuentemente, parece reflejar en los primates inferiores, alguna tensión interna que no tiene otra salida posible en ese momento. La mayoría de los encuentros entre seres humanos no sólo comienzan con un saludo, también terminan con una despedida. La gente vuelve a aproximarse y realiza otro ritual de despedida. Los etólogos sugieren que como en el caso de la bienvenida, se trata de un gesto de apaciguamiento.

Durante un encuentro, todos están presumiblemente ocupados en lo que acontece, pero al separarse, podrán liberarse agresiones contenidas. De cualquier manera, no hay nada más vulnerable que un individuo en retirada.

En algunas sociedades, al alejarse de la presencia del rey, los súbditos retroceden inclinándose e incidentalmente protegiendo sus espaldas.
Los seres humanos pueden apaciguarse con palabras o gestos, lo que dicen los tranquiliza mutuamente. De cualquier modo, no vivimos con la sensación de que estamos en presencia de un peligro físico cada vez que nos encontramos cara a cara con otra persona. Pero al escuchar a los etólogos y al observar la película de Kendon, uno se pregunta si en algún profundo nivel inconsciente no mantenemos la precaución física que hemos heredado de nuestros antecesores.

Algún día un investigador realizará un análisis de las despedidas, similar al que se ha hecho de las bienvenidas.

Esto brindaría las respuestas a algunas intrigantes preguntas. Por ejemplo, cómo hace la esposa, en una reunión, para avisar a su cónyuge que es prudente retirarse, si no se lo puede decir verbalmente. He visto a algunas mujeres que lo hace echándose hacia adelante en sus asientos, juntando sus pertenencias o reacomodando sus ropas, es decir, representando una secuencia de partida. Un ejecutivo —que prefiere permanecer en el anonimato— me dijo que había encontrado un sistema infalible de terminar una reunión aburrida. Comienza distraídamente a guardar sus papeles en el portafolio. Inmediatamente, los otros asistentes a la reunión comienzan a mover los papeles, aparentemente imitando su comportamiento, y el presidente de la misma, al notar el movimiento, que demuestra urgencia general por abandonar el local, se apresura a levantar la sesión.

En sus estudios sobre el comportamiento en menor escala, el saludo, los etólogos hacen una contribución distintiva para la investigación de la comunicación no verbal. Su trabajo ha influenciado el pensamiento de casi todos los investigadores en este campo. Muchos científicos acostumbran comparar los descubrimientos sobre la comunicación humana con la comunicación animal.

Por: Leo Kiesen
¿Has tenido una conexión inmediata con alguien, antes de cruzar alguna palabra y no sabes porque? ¿O quizás algún día encontraste a alguien y tu al instante confiaste en el o ella aun cuando realmente no la conocías a fondo? ¿Y, tú siempre has conocido a alguien que es capas de conectarse y hacer amigos prácticamente con cualquier persona? ¿O también conoces a alguna persona por la cual todos sienten gusto… pero no puedes entender porque?

Y finalmente, si tu pudieras conocer este secreto mágico de atracción y utilizarlo con cualquier persona que encuentres atractiva; independientemente de sus miradas o belleza.

¿Suena increíble?
Bien en este informe estoy a punto de mostrarte como hacer esto.
Una vez que esta habilidad sea dominada tú serás capaz de crear esta conexión mágica con cualquier persona que desees. Harás montones de amigos y ganarás el respeto de tus enemigos.
Esta habilidad es un común denominador básico con cada persona acertada. Alguien que ha logrado cualquier nivel de éxito con la gente inconscientemente o deliberadamente ha dominado esta habilidad.

¿De qué te estoy hablando?
La magia de la atracción inmediata…
Que hace a alguien confiar en ti, sin que tú hagas nada para merecerlo, y como haces para comunicarle a las personas todo lo que eres antes de que haya una conexión instantánea. Y todo esto de una manera inconsciente.

¿Qué hace la mayoría de personas para ganar la simpatía y confianza de alguien? Ellos tratan de encontrar alguna cosa en común. Tal vez ellos fueron a la marina, o ambos son pilotos etc. Esto crea puntos en común inmediatos y un cierto en nivel de confianza. Sin embargo este nivel de simpatía tiene una principal debilidad…

¿Y si tú no tienes nada en común? ¿Si tu no conoces nada sobre la otra persona? Además, este nivel de relación requiere que tú en realidad te dirijas a hablar con aquella persona. Voy a mostrarte como podrás hacer la misma cosa en mucho menos tiempo, poderosamente, y lo mejor de todo al instante y con cualquier persona… No debes tener cosas en común y aunque es divertido no es necesario hablar con ellas.

Este es el secreto…
Si tú comunicas un mensaje que diga, » soy igual a ti » y lo logras hacer de la misma manera que aquella persona lo hace, entonces ellas al instante gustarán y confiarán en ti sin saber por qué.

Pero, hay algo que tú debes saber; y es que más del 90 % de la comunicación sucede inconsciente en un nivel casi psíquico.

Las palabras que tus usas, aunque son importantes, solo constituyen un pequeño segmento de la comunicación.
El truco es comunicarse con ellas de la misma manera en que ellas se comunican con si mismas. El primer paso en la verdadera comunicación es el de entrar en el mundo de las personas. Para hacer esto tú tienes que entender como se comunican ellas.

Todos sabemos mucho más de lo que realmente creemos saber. Ésta es una de las aplastantes conclusiones a la que llegamos cuando estudiamos la comunicación no-verbal.
Por ejemplo: toda mujer sabe cómo corresponder a los requerimientos amorosos de un hombre atractivo. Sabe cómo frenar una relación no deseada o cómo alentar a su posible pareja. También sabe cómo controlarse para no parecer demasiado interesada. La mayoría de las mujeres no pueden precisar con exactitud cómo lo hacen.

Muchas ni siquiera se dan cuenta de que la técnica es casi enteramente no-verbal, a pesar de que durante la fase del galanteo, los detalles de este tipo pueden transformar un tema ambiguo, como el del estado del tiempo, en una insinuación por demás seductora.

Los primeros estudios acerca de la comunicación no-verbal durante el galanteo fueron realizados por especialistas en cinesis, especialmente el doctor Albert Scheflen, que trabajó con Ray Birdwhistell. Al analizar películas sobre el galanteo, Scheflen documentó que el amor llega a transformar en bella a una persona —hombre o mujer— y logró señalar la forma en que esto se produce.

Una mujer, por ejemplo, se transforma súbitamente en más bella, cuando responde a un estímulo emocional como la atracción sexual que desencadena cambios sutiles en su organismo. En su fría manera de expresarse, los especialistas definen este delicioso fenómeno como «un estar en disposición para el galanteo inmediato».

En parte, esta disposición se debe a la tensa inflexión muscular: los músculos se comprimen respondiendo a un toque de atención, de manera que todo el cuerpo se pone alerta. En el rostro, las arrugas que normalmente están muy marcadas, tienden a desvanecerse, del mismo modo que las bolsas debajo de los ojos. La mirada brilla, la piel se colorea o se torna más pálida y el labio inferior se hace más pronunciado. El individuo, que generalmente tiene una postura pobre, suele enderezarse, disminuye milagrosamente el vientre prominente y los músculos de las piernas se ponen tensos; este último efecto suele representarse en las fotos sexy y vulgares. También se altera el olor del cuerpo y algunas mujeres afirman que se modifica la textura de su cabello. Lo extraordinario es que una persona puede sufrir todas esas transformaciones y no tener conciencia de ellas.

La pareja en pleno galanteo también suele ocuparse de su arreglo personal: las mujeres juguetean con el cabello o se acomodan repetidas veces la ropa; el hombre se pasa la mano por el cabello, se endereza las medias o se toca la corbata. Por lo general, éstos son gestos inconscientes que se hacen automáticamente.

A medida que avanza el flirt, las señales son obvias: miradas rápidas o prolongadas a los ojos del otro. Pero también existen algunos signos menos obvios. Durante el galanteo las parejas se enfrentan abiertamente. Rara vez vuelven el cuerpo hacia un lado. Se inclinan el uno hacia el otro y en algunas ocasiones extienden un brazo o una pierna, como para no dejar pasar a ningún intruso. Al hablar con una tercera persona, si están uno junto al otro, dejan a la vista la parte superior del cuerpo de manera educada, los brazos caídos o apoyados en el sillón, pero no cruzados sobre el pecho; al mismo tiempo forman un círculo cerrado con las piernas: las rodillas cruzadas de afuera hacia adentro, de manera tal que las puntas de los pies casi se tocan. Con frecuencia, las personas dramatizan la situación y forman una barricada con los brazos y piernas en esta posición.

Algunas veces, la pareja realiza roces sustitutivos: una mujer puede pasar suavemente el dedo por el borde de una copa en un restaurante, o dibujar imaginarias figuras sobre el mantel. Otras veces adopta actitudes provocativas: cruza las piernas, dejando entrever parte del muslo; apoya la mano en la cadera e inclina desafiante el busto hacia adelante; o se sienta como ausente y se acaricia el muslo o la muñeca. Las parejas durante el galanteo ladean la cabeza, y emplean señales genéricas como la inclinación pelviana. El mostrar la palma de la mano es quizás el más sutil de todos los signos. La mayoría de las mujeres anglosajonas mantienen las manos cerradas y sólo raramente dejan ver las palmas. Pero mientras dura el flirt, las enseñan constantemente. Aun en gestos que se realizan con la palma hacia adentro, como podría ser fumar o taparse la boca al toser.

La mayoría de nosotros al pensar en el galanteo considera en primer término las sensaciones internas —una excitación que proviene decididamente de nuestras vísceras—. Todo lo narrado anteriormente nos puede parecer artificial. Como investigadores del comportamiento humano, los especialistas en cinesis se limitan a estudiar esta rama y se niegan a especular sobre los sentimientos, basándose en el hecho de que éstos no pueden medirse científicamente. Más aun, ni siquiera pueden identificarse con certeza.

Obviamente, los sentimientos están presentes. En el punto culminante del galanteo, por ejemplo, uno se siente atento, atraído hacia la pareja, lleno de euforia. Los gestos que se realizan para tratar de mejorar el aspecto personal son la consecuencia de una repentina toma de conciencia del propio yo. Las caricias diferidas o subrogadas forman parte de ese delicioso conflicto que se plantea entre el deseo de tocar y el sentimiento, de que, tal vez no se debe, conflicto que por lo general es subconsciente. La inclinación pelviana puede llegar a ser una señal tan sutil y automática, al punto que una mujer que camina por la calle distraídamente, se asombra al registrar una sensación semejante en su pelvis cuando se cruza con un hombre que le resulta atractivo; por supuesto, lo mismo puede ocurrirle al hombre. Mostrar las palmas de las manos es otro gesto inconsciente.

Resulta tentador extraer una conclusión simplista sobre este hecho y decir que cuando una mujer muestra la palma de la mano está tratando de conquistar a un hombre, consciente o inconscientemente. Algunas veces es así, pero este mismo gesto también suele significar una bienvenida. Puede no tener connotación sexual alguna, a no ser que ocurra durante un período de galanteo y se relacione con otros gestos indicativos específicos. De cualquier manera, suele producirse con tanta rapidez o sutileza que sólo el ojo avezado puede detectarlo.

Personalmente no lo he logrado nunca, con excepción de un par de veces en que me lo han indicado, especialmente en películas pasadas en cámara lenta. Allí resulta obvio: en un intervalo de pocos segundos, durante un normal movimiento de brazos, la palma aparecía hacia arriba, abierta y enfrentaba a la otra persona, indefensa y pidiendo protección. En la vida cotidiana, uno suele interpretar erróneamente este hecho cuando no ocurre en realidad. En una reunión, por ejemplo, la dueña de casa recibía a todos los invitados mostrándoles las palmas de sus manos, excepto a alguno de ellos, y presumiblemente, éste era el invitado que menos le gustaba.
(El hecho de ocultar las palmas de las manos ante alguien que no nos agrada, se reconoce vulgarmente en la expresión idiomática que los hombres mascullan enojados: «Le voy a dar un revés.»)

Los estudios realizados hasta el presente sobre la conducta durante el galanteo son fascinantes en sus detalles: representan una tentación para el lector y por este motivo, se puede fantasear al respecto. Una joven que conozco tenía un buen amigo, pero un día decidió que necesitaba algo más que un buen amigo. Se preguntó si podría hacérselo saber empleando con él algunos de los sutiles métodos del galanteo. Pero el problema radica en que, al tratar de fingir —a no ser que se trate de un actor de primera— siempre aparece una falta de asociación, algo que resulta calculado o directamente torpe, porque en el mensaje corporal existe una indicación de que algo, en alguna parte, no es real. Uno de los problemas que surgen al tratar de interpretar el comportamiento no-verbal, reside en la sorprendente complejidad de las comunicaciones humanas. En sus estudios sobre el quasi-galanteo, el doctor Scheflen nos ofrece un ejemplo casi perfecto. Curiosamente, ese comportamiento es como el galanteo, aunque no tiene el mismo significado.

Mientras observaba las películas de los psicoterapeutas y sus pacientes, el doctor Scheflen descubrió secuencias de galanteo en cada una de ellas. Entonces investigó también los encuentros entre gente sana y notó con sorpresa que, por lo menos entre la clase media norteamericana, el galanteo puede aparecer virtualmente en cualquier situación: en reuniones sociales o en reuniones de negocios; entre padres e hijos, maestros y alumnos; médico y paciente, y aun entre dos hombres o dos mujeres, sin que se infiera de ello ninguna intención homosexual.

Vemos a las personas avispadas, llenas de vida, de pie una junto a otra, intercambiando largas miradas, mostrando las palmas de las manos, galanteando; en una palabra, cortejándose entre sí. Debemos sacar en conclusión, por lo tanto, que están rodeadas de sexo y que los norteamericanos se cortejan en cualquier momento y ocasión, o que por el contrario, estas actitudes no son lo que parecen. Debe existir alguna clave especial en el comportamiento, que haga saber a los involucrados en la relación, que la seducción no está en juego.

Un examen detallado de las películas demostró que había elementos calificadores, y que realmente se trataba de un galanteo que tenía una diferencia. Algunas veces, la diferencia era obvia y expresada verbalmente. Una persona podía decir claramente que no estaba tratando de cortejar a otra en ese momento, o podía referirse a otra allí presente o al cónyuge ausente. O tal vez el tema de la conversación estaba totalmente alejado del sexo.

Algunas veces, el elemento calificador era más sutil. Ambas personas se enfrentaban girando el cuerpo levemente hacia un lado; una de ellas extendía un brazo o una pierna como para incluir a una tercera persona. Otras veces, ambas miraban continuamente alrededor de sí o conversaban en un tono más elevado que el indicado para una conversación íntima. Un hombre hablaba acerca del amor o del sexo pero de manera casual y en un tono indiferente, recostado en el asiento y sonriendo con los labios, pero no con los ojos. Entre la clase media norteamericana, los niños aprenden estas secuencias de quasi-galanteo, con todas sus sutilezas, en la relación con sus padres, parientes y maestros, mucho antes de ser capaces de separar los elementos calificadores superfluos de lo verdadero.

No debe interpretarse este quasi-galanteo como un signo de que, aunque el sexo esté excluido, es fervientemente anhelado por ambas partes. En realidad, es un medio que sirve a fines completamente diferentes. En las sesiones filmadas de psicoterapia que observó el doctor Scheflen, se lo utilizaba para captar la atención de alguno de los pacientes que parecía estar a punto de desconectarse de la acción del grupo. En una de las películas de terapia familiar, se veía al comienzo a la hija en actitud de galantear, reaccionando obviamente ante el terapeuta. Cuando éste eludió cuidadosamente mirarla o hablarle, ella perdió todo interés en la sesión.

Inmediatamente, dos de los niños menores, que al parecer seguían el patrón de conducta normal, también comenzaron a desinteresarse en el proceso. El terapeuta, temiendo perder contacto con la mitad del grupo familiar y enfrascado en ese momento en una conversación con el padre, comenzó una secuencia de quasi-galanteo. La inició mirando fijamente a la chica y por un momento ambos aspiraron el humo de sus cigarrillos en perfecta sincronía. Repentinamente, ella sintiéndose incómoda, giró la cabeza y puso su brazo sobre la falda, formando una barrera. Luego volvió a integrarse al grupo. En otras películas terapéuticas, filmadas por el doctor Scheflen, pueden verse otras secuencias del comportamiento del galanteo. Una de ellas muestra a un psiquiatra que entrevista por primera vez a una familia — la madre, el padre, la hija, la abuela—. En un lapso de veinte minutos la misma reveladora secuencia se produjo once veces. El terapeuta inició una conversación con la hija o la abuela; inmediatamente la madre comenzó a mostrar una actitud de quasi-galanteo. Cruzaba delicadamente los tobillos, extendiendo las piernas; se ponía una mano en la cadera o se inclinaba hacia adelante. Todas las veces, el terapeuta respondió, a su vez, mediante gestos como acomodarse la corbata, u otros similares, y le formuló una pregunta. Del mismo modo, el padre mostraba signos de nerviosismo, balanceaba un pie, e inmediatamente tanto la hija como la abuela, que estaban sentadas a ambos lados de la madre, cruzaban las rodillas de tal manera que las puntas de sus pies casi se tocaban frente a la madre, formando una invisible barrera protectora. En cuanto esto comenzaba a suceder, la madre «deponía» su actitud: cedía totalmente su tensión muscular y se recostaba hacia atrás en el asiento, permaneciendo aislada de tal manera que para el psiquiatra resultaba autista.

A pesar de que la protagonista de este episodio había empleado técnicas de quasi-galanteo para atraer la atención del terapeuta, no es probable que tuviera realmente intenciones de seducirlo, puesto que no mostró ninguna de las otras pautas de comportamiento adicionales que pueden confirmarlo; sin embargo, por la forma en que reaccionó la familia, resultaba evidente que la conducta seductora de la madre constituía un problema para el grupo familiar. El doctor Scheflen dice que los sistemas de mensajes como los revelados en esta película son comunes. Más aun, piensa que existen en todas las familias y que constituyen todo un vocabulario de gestos de nivel subconsciente. Me imagino que la hija y la abuela notaron sólo parcialmente la inquietud del padre, pero cuando éste comenzó a mover el pie nerviosamente, reaccionaron en conjunto de manera inmediata.

El quasi-galanteo se produce también en situaciones donde existen confusiones genéricas. Cuando una mujer se comporta en forma agresiva o dominante, actuando de una manera que nuestra cultura considera inadecuada a su sexo, el hombre puede valerse del quasi-galanteo para hacerla reaccionar. De igual forma, cuando un hombre actúa pasivamente, la mujer podrá incentivarlo mediante el mismo sistema, para tratar de anular en él ese comportamiento supuestamente femenino.

Algunas veces, el quasi-galanteo y su ausencia actúan como un termostato y mantienen la moral dentro de un grupo. Casi todos hemos sido testigos de una aburrida reunión social o de un tedioso encuentro de negocios, que se anima inmediatamente con la llegada de una persona notable. Los otros concurrentes se vuelven más animados y parecen más atractivos. Si efectuamos un análisis de los movimientos corporales, nos revela que la nueva aparición desató una serie de secuencias de quasi-galanteo. Por otra parte, si uno de los miembros del grupo quasi-galantea excediéndose y elevando el nivel aceptable de intimidad, el resto del grupo comienza a tomar la actitud contraria, tratando de compensar la situación.

El quasi-galanteo, por lo tanto, está muy lejos de ser el deseo frustrado de «A» de acostarse con «B». Pienso que debe relacionarse con momentos de real armonía, y con un sentimiento, comprendido por el individuo, de agudeza, de bienestar y más aun, de excitación —sentimiento que tiene otros elementos calificadores, diferentes de los que están presentes cuando la atracción sexual está involucrada.

Los estudios de Scheflen sobre el galanteo están basados en la clase media norteamericana. La evidencia existente, que no es mucha, sugiere que no sólo son sutilmente diferentes los patrones en los distintos países, sino que varían aun dentro de los Estados Unidos. El galanteo que se admite como normal en un cocktail de la clase media alta de la ciudad o de los suburbios, podrá ser mal visto en una reunión similar de un pueblo chico, de un área rural o de un barrio de gente trabajadora. El quasi-galanteo entre la clase media puede parecer extraño o aun peligroso para un grupo de gente obrera, entre la que el elemento calificador del galanteo se parece a una imitación burlesca, en lugar de mostrar signos más sutiles.

Pero parece ser que existen ciertas pautas de galanteo que son comunes a todas las partes del mundo. El etólogo austriaco Irenáus Eibl-Eibesfeldt, que fue discípulo y ahora es colega de Konrad Lorenz, ha estudiado el flirteo en seis culturas diferentes y encontró muchos detalles similares entre ellas. Filmó sus películas utilizando un equipo de dos hombres: uno para manejar la cámara, y otro para sonreír y saludar a las chicas. Se vio que tanto en Samoa como en Papua, en Francia, en Japón o en África como en Sudamérica, se producía el mismo tipo de respuesta, en una sucesión de pequeños movimientos de danza de cinesis: una sonrisa, una vuelta, un rápido levantar de cejas en una expresión interrogativa —reacción considerada afirmativa— seguida por el hecho de volver la espalda, la cabeza hacia un lado, algunas veces gacha, mirando hacia abajo, y los párpados bajos. A menudo las chicas se cubrían parte de la cara con la mano y sonreían con vergüenza. Algunas veces seguían al hombre con el rabillo del ojo, o se volvían a echarle otra rápida ojeada antes de mirar hacia otro lado.

El doctor Adam Kendon, un psicólogo que trabajó con Scheflen, comenzó recientemente un análisis sobre el galanteo entre los seres humanos. Surgieron de este análisis ciertos rasgos universales que pueden verse también entre los animales. Los estudios de Kendon, basados en películas de parejas filmadas en parques y en paseos públicos, indican que para las mujeres, el galanteo combina dos elementos diferentes. En primer lugar, la mujer muestra su sexualidad «para atraer al hombre; luego lo tranquiliza mediante un comportamiento infantil —miradas tímidas, la cabeza inclinada hacia un lado y gestos suaves como los de un bebé—. El hombre, a su vez, trata de demostrar su masculinidad parándose muy erguido, gesticulando agresivamente y luego la tranquiliza asumiendo el comportamiento de un niño.

El comportamiento paralelo del animal procede del real peligro físico que involucra el galanteo: el macho se arriesga a un ataque furioso si la hembra no está en ánimo de recibirlo; cuando la hembra inicia el galanteo, algunas veces recibe un castigo antes de que el macho se sienta seguro, y tenga la certeza de que su compañera no se volverá contra él, y no constituirá una amenaza. De esta manera el galanteo entre los animales generalmente consta de dos etapas: primero, uno debe atraer sexualmente al compañero; luego debe conseguir que éste deje de temer un contacto más próximo. Algunas veces usan el recurso de imitar a las crías jóvenes para obtener la confianza de la hembra. El macho del pájaro carpintero suele invitar a la hembra a su nido imitando la actitud del pichón que pide comida. Cuando galantea el macho del hámster imita el grito de las crías.

El galanteo encierra verdaderos riesgos emocionales, aunque son muy pocas las personas que tienen idea de ello. El recato y el comportamiento infantil registrados por la cámara de cine son prueba de ello. El doctor Kendon narra que una vez habló de su teoría sobre el galanteo a una feminista, que luego de pensar un rato, le dijo: «puede que usted tenga razón, pero si es así, la mujer tendrá que cambiar. El recato no es mi idea sobre lo que debe ser la nueva mujer». Pero, si la teoría de Kendon es acertada, no podrá cambiar, porque si una mujer —o un hombre— no logra atraer y luego captar la confianza de su pareja, dejará de existir el galanteo.

A veces puede ser perjudicial e incómodo dar demasiada importancia al galanteo. Descubrí esto una noche, en una reunión cuando repentinamente me di cuenta de que me encontraba, según la descripción de los especialistas en cinesis, en un estado de excitación y lista para galantear: tenía los ojos brillantes, mi rostro estaba arrebolado, el labio inferior ligeramente abultado y distraídamente me acariciaba el cabello. Por un par de segundos fue una sensación paralizante. Pero una vez que sobrepasé el instante de la toma de conciencia, descubrí que el galanteo o el quasi-galanteo me rodeaba por los cuatro costados. Después de haber hecho este descubrimiento pude relajarme y divertirme —actuando, mirando, sintiendo— en una forma nueva y diferente.

La sexualidad es uno de nuestros aspectos más íntimos. A pesar de ir estrechamente ligada a nuestra salud, son muchos los que, bien por vergüenza o bien por imperativos sociales, se niegan a hablar de problemas relacionados con su comportamiento sexual. Se trata de trastornos que tienen solución y que pueden mejorar notablemente nuestra calidad de vida.Es muy recurrente pensar que los hombres tienen un mayor apetito sexual que las mujeres, y que a menudo, son éstas las que rechazan mantener relaciones. Pero la libido es igual para ambos sexos y si esto se percibe de una manera distinta es porque los convencionalismos sociales lo han distorsionado. Es en estos aspectos educativos donde se ha de incidir a la hora de solucionar estos problemas.

Nuestra percepción del sexo
La libido hace referencia al deseo sexual que tenemos tanto hombres como mujeres a lo largo de nuestra vida. Iván Rotella, sexólogo y miembro de la Junta Directiva de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS) y actual director del Centro de Atención Sexológica de Avilés, afirma que «este deseo viene regulado por muy diversos factores: desde cuestiones hormonales a educativas, sociales, culturales, etc.» El experto se refiere a que nuestro deseo sexual está muy condicionado al mundo en el que vivimos.

Precisamente, la razón de que muchas mujeres puedan tener un apetito sexual por debajo del deseado, radica en que «tradicionalmente se le ha concedido un mayor deseo al hombre que a la mujer, a pesar de que las investigaciones demuestran que físicamente las diferencias no son de cantidad», explica Rotella, añadiendo que «si se nos trata y educa de la misma manera, la libido de la mujer rivaliza o incluso supera a la del varón».

Desgraciadamente, nuestro mundo no es del todo equitativo en estas cuestiones, por lo que las féminas a menudo tienen que enfrentarse a su sexualidad de una manera mermada, lo que les puede hacer perder el interés por el sexo. Asimismo, el especialista denuncia que esto se produce por «el papel estandarizado de la mujer actual en nuestra sociedad y las exigencias profesionales, familiares y de pareja a las que se ve sometida. También influye la falta de información que sobre este tema se da a las mujeres mayores, lo que hace que se dejen llevar por mitos y falsas creencias».

La solución está en la comunicación
Por todos estos convencionalismos sociales, las mujeres no suelen darse cuenta de que pueden tener un problema. El sexólogo confirma que se vuelven conscientes de ello «cuando las relaciones sexuales, la intimidad de la pareja o, simplemente cuidarse a sí mismas, pasa a un segundo plano y deja de ser una prioridad». Hay que dedicar tiempo a potenciar ese deseo, porque si éste decrece, puede convertirse en un impedimento. «Cuando menos deseamos, menos vamos a desear», sentencia Rotella.

Aunque inicialmente el deseo sexual no tiene por qué verse condicionado por la edad, si que es cierto que durante el embarazo y los primeros meses de vida de un hijo, y tras la menopausia, éste puede verse sensiblemente alterado por motivos hormonales. No obstante, si se presentan estos problemas, «la clave suele encontrarse en la comunicación de pareja y en prestarle atención a nuestra intimidad tanto personal como compartida», puntualiza el experto. «Cuando nos damos cuenta de que algo no marcha bien es cuando debemos sentarnos y hablar abiertamente con nuestra pareja. Si no podemos o no sabemos, es cuando hay acudir a la consulta de un sexólogo que nos ayude a mejorar», añade Rotella.

Muchos son los que se dejan llevar por anuncios engañosos o que pretenden solucionar estas disfunciones usando afrodisíacos. Con respecto a esto, el sexólogo avisa de que «estos productos estimulan el cuerpo y nos hacen sentir bien cuando ya lo estamos y por eso nos apetece tomarlos, compartirlos y disfrutarlos, pero no van a solucionar nuestros problemas”.

A pesar de que en los últimos años hemos aprendido a abordar estos temas de una forma más natural, y de que las consultas de los sexólogos cada vez reciben a más parejas dispuestas a solucionar estos aspectos, todavía queda mucho camino por recorrer en el campo de la sexualidad.

Por Clara Sánchez

Carmita Abdo es profesora del Departamento de Siquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Sao Paolo, Brasil. Ella ha creado un cuestionario que esta formado por elementos físicos y emocionales que se encuentran en el comportamiento sexual.

Esta prueba tiene la finalidad de que cada hombre objetivamente califique su vida sexual y si su desempeño es el adecuado o no, para en todo caso buscar las formas para mejorarla.

Posteriormente la profesora dará a conocer el cuestionario sobre el coeficiente sexual de las mujeres, este cuestionario será el complemento del primero y con ello se darán los primeros pasos para que las parejas descubran si su vida sexual puede ser mejor que la que actualmente tienen.